Dice Chavela Vargas que “siempre se vuelve a los lugares donde se amó la vida”. La ciudad guarda en su memoria todos los besos del pasado para que uno pueda volver a visitarlos cuando le invada la nostalgia. Quedan ahí, dibujados en las esquinas, en los parques, en los túneles, en los cafés o en las discotecas, como huellas invisibles solo al alcance de uno mismo.
San Valentín es esa fecha que idealiza el amor y lo convierte en un producto más para el consumo. Sin embargo, la vida real sigue sucediendo ajena a estas estrategias de marketing, repleta de vaivenes sentimentales y amores imperfectos de los que solo la ciudad quedará como testigo.