Habíamos sorprendido a Tatiana Ulianich y a su marido Pepe Álvarez recolectando cebolletas en la finca que ambos explotan en Coín (Málaga), en el valle del Guadalhorce. Junto a Tatiana, ucrania, dos refugiadas compatriotas que colaboraban en las labores de extracción y limpieza. Me hallaba frente a dos pequeños agricultores que, como tantos otros en España, se encuentran al borde de abandonar sus labores en el campo estrangulados por la dictadura de la gran distribución y la falta de rentabilidad.