Existe en Rabat un supermercado de una cadena francesa muy concurrido, en un barrio de clase media. La fachada principal tiene dos puertas. Una conduce a la tienda y otra, más pequeña y sin ningún letrero, lleva a través de una escalera hasta un sótano donde solo se venden bebidas alcohólicas. Todo el mundo sabe que la venta de alcohol a los musulmanes está prohibida. Así lo dictamina un decreto emitido en 1967. Y sin embargo, el negocio funciona a plena luz del día.