Eider Rodríguez (Rentería, 1977) cruza cada día de Hendaya a Donostia a trabajar como profesora de Lengua y Literatura, en la Universidad del País Vasco. Su vida, dice, es una frontera débil “que separa y une a dos comunidades, dos países, dos lenguas”. Una línea blanca sólo produce matices a los ojos de esta escritora, que desde hace 15 años cruza del euskera al castellano cada vez que publica un nuevo libro de relatos y se traduce ella misma. Un camino de ida y vuelta en busca de la sintonía: “Que las dos lenguas estén compenetradas al traducirlo es un subidón”, dice. No surgen dos obras distintas. Es bastante literal al pasar al castellano su lengua madre, aunque reconoce haber cambiado algún final.