Afganistán celebra este sábado sus cuartas elecciones presidenciales desde el derribo del régimen talibán en 2001. Pero más que la ratificación del actual mandatario y favorito, Ashraf Ghani, lo que está en juego es la credibilidad del sistema y el aguante de los afganos. El fraude que ha sido la norma en las citas anteriores hace temer que la violencia política se añada a la amenaza que ya suponen los continuos ataques terroristas de los talibanes. Abortadas las conversaciones de paz, esa milicia insurgente, que controla buena parte del país y rechaza los comicios, no tiene ningún aliciente para respetarlos.