“Controla tu peso”. Es la primera “orden” que recibes la primera vez que visitas al ginecólogo después de ver las dos rayitas en el predictor. El motivo es que echar muchos kilos al embarazo aumenta el riesgo de padecer diabetes gestacional, preeclampsia, parto por cesárea o prematuro, hipertensión arterial, defectos del tubo neural en el feto (o sea, en el cerebro, la columna vertebral y la médula espinal)… Nos lo han dicho hasta la saciedad, por ello la gran mayoría de las embarazadas sabe que lo de “comer por dos” es una falacia. Muy concienciadas de que hay que cuidarse, y ante el riesgo de llevarse una regañina por parte del especialista en la próxima revisión, aquellas que no pueden vivir sin echar azúcar al café optan por sustituir la sacarosa por edulcorantes no calóricos. Lo hacen incluso por recomendación médica, y puede que sea peor el remedio que la enfermedad.