La noticia de que un viejo cazador, Marcial Gómez Sequeira, franquista “con orgullo” y condenado por fraude fiscal, proyecta crear en Extremadura el mayor museo del mundo con miles de piezas abatidas de 420 especies, algunas protegidas, ha levantado una inusitada oleada de furibundas reacciones de los lectores. La mayoría, contra el protagonista, pero otros se han sentido molestos porque EL PAÍS, comentan, no debiera difundir este tipo informaciones de manera aséptica, sin sentido crítico. El autor responde que el trabajo del periodista es dar noticias “y que los lectores piensen lo que quieran”. Algunos lo han hecho por escrito y con dureza.