Entre gris pardo con la marquetería desgastada por el paso del tiempo y evidentes grietas en sus paredes. Así se quedó la fachada del Liceo de Barcelona tras el incendio que destruyó su alma en 1994. Las llamas no llegaron a su cara, que ya acusaba el paso del tiempo. No se había restaurado desde 1918, cuando, precisamente, la intervención que se hizo tapó buena parte de su aspecto original. Ahora, para celebrar el 20 aniversario de la reapertura del Liceo tras aquel terrible fuego, el teatro muestra un nuevo rostro, rejuvenecido. Una rehabilitación que ha incluido un tesoro oculto durante más de 80 años, los vitrales que ilustran una de las grandes obras de Wagner en el vestíbulo del Círculo del Liceo y que ahora se podrán ver –aunque invertidas– desde la calle de Sant Pau. Si dentro del teatro hoy reinará la tecnología de una Turandot con gafas de realidad virtual, su aspecto exterior será sobrio y clásico.