Los 2.500 millones de barriles de crudo que yacen en el subsuelo de Siria son como una gota en el océano de petróleo de Oriente Próximo, frente a los 300.000 millones de barriles que atesora Arabia Saudí o los 150.000 de Irán e Irak. Las reservas sirias, insignificantes para el mercado mundial de la energía, representan sin embargo la clave del control efectivo del país árabe. Antes de la guerra aportaban una cuarta parte de los ingresos del Gobierno de Damasco y en pleno conflicto convirtieron al Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas) en una guerrilla acaudalada. Pese al anuncio de retirada de todas las tropas de Estados Unidos destacadas en Siria tras haber proclamado la derrota de los yihadistas del ISIS, el presidente Donald Trump ha acelerado para recular en su política errática y ha acabado aceptando el despliegue de al menos 600 militares, que garantizan junto con sus aliados kurdos el control sobre los principales yacimientos.