Antes de matarnos, Madrid nos arrastra. De evento a evento (tiro porque me toca) acabamos en El Sol, donde se organizó Rush The Club. Me presenté como un esperpento. Venía de tocar en Secret Vida, un festival con un cartel secreto que se revela cuando el artista se sube al escenario con una capa negra, organizada en una finca en Sant Pere de Ribes, en Barcelona. Un lugar mágico que parecía la versión Mediaset de la mansión de la película de Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick, sin la orgía ritualizada y con cisheterosexuales de más. De las performances masivas de Un Violador En Tu Camino a Daniela del Río utilizando el voguing como acto de protesta para echar a un profesor acosador de una escuela, bailando por “todas las que ya no están”, me pregunté si el baile, la performance, el propio cuerpo y los espacios pueden invocar a la resistencia.