La historia comienza el pasado mes de noviembre en Barra, un pueblo de unos 8.000 habitantes en el norte de Gambia que se asoma al río y cuyo ritmo está marcado por el ir y venir del ferri que lo une con la capital, Banjul. Allí, el joven bombero Suleimán Manjang, de 25 años, esconde algo. Desde hace días se ha corrido la voz de que varios cayucos saldrán hacia Europa, una oportunidad al alcance de la mano, el sueño de construirse una casa para él y su esposa, Fatou Darbo, a tiro de piedra. Con los 50 euros mensuales que gana no se lo puede permitir. Él y su hermano Ismaïla, vigilante de seguridad, empiezan los preparativos con discreción. El Backway, como se conoce en Gambia a la emigración clandestina, es la opción. Su familia no lo sabe.