José Luis Cuerda disfrutaba refutando a quienes sostenían que Amanece, que no es poco, carece de trama. “Son unos forasteros que llegan a un pueblo, en ese pueblo pasan cosas y después se van. En eso están basados los wésterns”, decía. Con trama o no, él hizo algo más que una película: hizo una película y la encerró en nuestra cabeza, sin llave. Y ahí sigue, con todos esos diálogos golpeándonos en el interior, igual que tornillos sueltos, y que replicamos en nuestras conversaciones como si fuesen la única forma de tener razón de vez en cuando. Hay un tipo de absurdo con el que es imposible no alinearse, porque te parece que lo explica todo mejor y más rápido que la lógica. Es el triunfo del chasquido sobre la argumentación.