Y qué puedo hacer? Me acordé del personaje de César Vallejo, en España, aparta de mí este cáliz, que escribía con su dedo en el aire: “¡Viban los compañeros!”. Escribir ahora, en este aire roto de febrero, “¡Viba José Luis Cuerda!”. Y que ese viba fuese como una errata que desequilibrase a la muerte. Como la memoria. Somos lo que recordamos y lo que olvidamos, y Cuerda era un activista de la memoria. No como una celebración del pasado, sino como un rescate de la posibilidad, como un presente recordado. El cine de la “historia en vilo” de Cuerda, en especial La lengua de las mariposas y Los girasoles ciegos, sigue conmoviendo porque no solo pertenece al recuerdo. Nos interpela. Sacude la suspensión de las conciencias y la peor enfermedad: la indiferencia ante la injusticia. Un cine que, mientras no se apaga, mantiene a raya la brutalidad.