Toca soplar las velas otra vez, y ya conoces la sorpresa. Volverán a caer esos pantalones ceñidos que tanto te gustan, o esa blusa que las inmisericordes revistas de moda han subido a los altares –una preciosa obra de arte, nadie dice lo contrario. Tragas saliva y tratas de aceptar que, pasados los 40, el cuerpo no es el que era. Sí, puede que tengas que cambiar el regalo porque, como es natural, cada vez es más difícil acertar con tu creciente talla. Ganar unos kilos no tiene por qué ser negativo, pero no te resignes si notas que el incremento se ha desmadrado y eso te resta bienestar; el siguiente cumpleaños puede ser el de la cintura menguante.