Mientras lee estas líneas, el planeta que hay bajo sus pies está atado a la gravedad de una mole ardiente que atraviesa el espacio a 220 kilómetros por segundo, suficiente para viajar de Madrid a Ciudad de México en apenas 45 segundos. En estos momentos una sonda se dirige a esa mole, el Sol, para mostrárnoslo como nunca lo habíamos visto.