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La familia que trabaja unida para el equipo de sus sueños

Advertencia: termina con final feliz, pero como demasiados casos, el de los Vidorreta Larumbe comienza cuando la crisis económica se llevó por delante el empleo de Andrés como delineante, al que había dedicado casi tres lustros. Por placer, había entrenado en el colegio de sus hijos —de hecho en el salón de casa nunca pudieron tener mesita de café, obstáculo imperdonable para el balón— y, de pronto, de estar en el paro, pasó a convertirse en 2013 en el delegado del club de su ciudad de acogida, Soria, a trabajar para el CD Numancia, equipo en cuya cantera ya despuntaban sus chicos, Ander y Javier; sus andanzas por torneos de todas partes, de Bilbao a Suecia o Italia, convirtieron a María Eugenia Larumbe, su madre, a la que “tenían frita de tanto jugar o hablar de fútbol”, no solo en la imprescindible utillera, sino en una entendida capaz de saber cuándo convenía un 4-3-3 o un 4-4-2. “¡Es que algunos entrenadores no lo hacen bien!”, dicen sus hijos que le oyen gritar al césped o a la tele en ocasiones. Todo su álbum familiar está teñido de rojo numantino.

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