Cumbre extraordinaria en Bruselas, madrugada de vigilia fracasada para que Europa se dote de la palanca financiera necesaria para posibilitar la UE que deseamos, verbalmente ambiciosa. La soberanía geoestratégica, también la tecnológica, hoy liliputiense ante los grandes gigantes de EE UU e incluso ante el salto realizado por China, simbolizado sobre todo por Huawei, y también adelantada en el terreno de la inteligencia artificial. Asignaturas pendientes de una UE que quedan casi siempre suspendidas hasta septiembre. Sin recursos para servirla, la ambición europea como actor global de relevancia es solo retórica. Y nuevas asignaturas: encabezar la revolución verde con la lucha contra el cambio climático y ser punta de lanza en los avances científicos. Y más fondos para la migración. Al tiempo, la UE continúa aferrada a un gasto de 368.000 millones de euros para engrasar la política agraria común, y miles de millones en fondos, justos y necesarios, para fortalecer la cohesión.