“Soy el perro del demonio”. Así decidió James Ellroy (Los Ángeles, 1948) que debía bautizarse cuando una vez le preguntaron cómo se definiría a sí mismo. El escritor, metro noventa largo, camisa hawaiana, y gafas de bibliotecario, se encuentra hoy de buen humor y, excepto de política, está dispuesto a hablar de cualquier cosa. Escritor de trilogías y cuartetos, autor de clásicos como L.A. confidential o La dalia negra, arrastra tras de sí una historia harto conocida: su madre, una prostituta, fue asesinada y nunca apresaron al culpable. Ellroy pasó su juventud entrando y saliendo de instituciones varias y en perpetuo romance con el alcohol y las drogas. Después de eso, llegó la literatura y la conciencia de saberse capaz de hilar cualquier cosa, y con todo ello un mal humor descomunal, hijo de su pasado y altavoz de una rabia incontrolable: “Sí, ahora estoy en un buen momento, para qué lo voy a negar”, dice el estadounidense, con los brazos detrás del cuerpo y las manos entrelazadas en la nuca, posición que ya no abandonará a lo largo de toda la entrevista.