Por un momento, pareció que el gas lacrimógeno iba a llegar hasta la alfombra roja. De hecho, la rozó, aunque para cuando empezaron a llegar las grandes estrellas invitadas a la 45 ceremonia de los César, los principales premios del cine francés, ya se había disuelto. Quienes no se habían dispersado eran los cientos de feministas que protestaban la noche del viernes en los alrededores de la parisina Sala Pleyel contra el realizador Roman Polanski. Tampoco se esfumó la indignación —ni dentro ni fuera de la sede de la ceremonia— que rodeó toda la gala por las nominaciones récord a la película El oficial y el espía del realizador franco-polaco pese a las nuevas acusaciones de violación en su contra, lo que ha llevado a los críticos a calificar la fiesta anual parisina como “los César de la vergüenza”. “Hay 12 momentos donde vamos a tener un problema esta noche”, adelantó al comienzo de la ceremonia la presentadora de la gala, la humorista Florence Forestier, en referencia a las 12 estatuillas a las que aspiraba el filme de Polanski. Finalmente, fueron solo tres, si bien dos de los César se los llevó directamente el realizador ausente, por mejor guion adaptado y mejor dirección. No obstante, el principal galardón de la gala, el César a la mejor película, fue a su gran rival, Los Miserables de Ladj Ly, —el duro retrato de la violencia en la banlieue parisina—, que también se hizo con el máximo número de estatuillas, cuatro (con el premio del público, actor revelación y montaje), de la noche.