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Lo que llamamos vida

MIENTRAS ESCRIBO ESTO (recordaré una vez más que este artículo tarda dos semanas en imprimirse), nos encontramos todos a la espera de la llegada del coronavirus, igual que los senadores romanos aguardaban, sentados en sus sillas de marfil, la llegada de los bárbaros. En mi mundo temporal la enfermedad acaba de estallar en Italia, y, como las pandemias son tan volátiles como los incendios, ignoro si dentro de 15 días, es decir, en vuestro mundo, estaremos todos encerrados en nuestras casas con mascarillas puestas hasta en los codos, o bien tan campantes y despotricando contra la epidemia de pánico que estamos viviendo, que, como ya se ha dicho, es mucho más contagiosa que el Covid-19. Con los datos que hoy tengo no se entiende bien lo que sucede: los confinamientos de Italia, de China, de Corea parecen sacados de una novela de ciencia-ficción. Lo mudable e incomprensible de la situación forma parte del miedo que produce.

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