Menos mal que no piqué cuando mi banco me ofreció un préstamo a través de una tarjeta revolving. Algo me olía mal, no fueron capaces de explicarme bien las condiciones. Ahora el Supremo ha sentenciado que es un engaño. El día de mi cumpleaños, mi banco me felicitó expresando su deseo de estar conmigo “otro año más”. Sí, seguiré, pero solo porque el poco dinero que tengo no se puede guardar bajo el colchón.