Se globaliza lo visible y lo invisible: las tuercas y el pánico, el sushiy los virus, la moda de primavera y las tendencias espirituales. Cuando te aplicas una crema antiarrugas en Bilbao, hacen caja en Calcuta, donde alguien se come un perrito caliente a tu salud. Las puertas del metro de Madrid son, a efectos del contagio, las mismas puertas que las del metro del Pekín. Si se cierra un cine en Wuhan, se clausura otra sala en Barcelona. Solo el fútbol no cesa porque el fútbol, también globalizado, es la médula de la vida. Se practica, eso sí, un balompié onanista, sin público, pero los jugadores se emplean a fondo en su soledad masturbatoria, imaginando escenas más excitantes, si cabe, que las de verdad. El público irreal es el mejor. Quizá, pensarán algunos futbolistas, deberían hacerse dos ligas, una de ellas con seguidores completamente imaginarios a los que firmarían autógrafos quiméricos al entrar al estadio. Y al abandonarlo.