La situación que ha encontrado la Unidad Militar de Emergencias en su labor de desinfección y apoyo sanitario a las residencias de ancianos ha destapado situaciones absolutamente inaceptables. La presencia de ancianos abandonados en condiciones de salubridad deplorables y cadáveres sin recoger indica que estas instituciones han quedado absolutamente sobrepasadas, dejando en la indefensión a muchos residentes. Es difícil evaluar cuánto de esta gestión se debe a un desbordamiento inevitable, fruto del impacto de la epidemia entre los cuidadores, y cuánto a una mala praxis o a gravísimas carencias estructurales. La orden del Ministerio de Sanidad, que faculta a las comunidades autónomas a tomar el control de esos centros, está plenamente justificada y tiene que aplicarse con todo rigor. Pero no es suficiente.