Yo también me sumo a los vítores, y como son a la hora en que preparo la cena, me quito antes los guantes con los que estoy poniendo a remojo la espinaca o considerando un precocinado. A estas alturas se sabe: el látex protector es una lata amortiguadora, y nosotros queremos que nuestras manos, ya que está suspendido el tacto ajeno, se rompan los dedos a aplausos. A las nueve, la baraúnda de las cacerolas, y ahí, sin gustarme el discurso del Rey, no se me oye: en zonas altas de las grandes ciudades al perol le acompañaban los himnos, los insultos, el ondear de banderas que maldita la falta que hacen cuando lo que hace falta son mascarillas. Olla podrida.