Vivimos en un mundo escandalosamente desigual. Desigual en términos económicos en primer lugar. Recordemos que la mitad de la humanidad sobrevive con menos de cinco dólares y medio al día, mientras ¡tan solo 25 personas concentran más riqueza que el 40% del total de la humanidad! Pero también desigual en el acceso a la educación o a la cultura o a la tecnología; desigual en derechos, en el reparto del poder, en las relaciones de género. No en vano, la creciente desigualdad entre y dentro de los países, junto con la insostenibilidad ambiental de nuestro modelo de desarrollo, fueron los dos grandes desafíos mundiales identificados por Naciones Unidas en la Agenda 2030.