Una pasión genuina guía a José Gordon en su búsqueda de bueyes. Los encuentra en el origen mismo de su raza, tanto al norte de Portugal como en Galicia, Asturias o León. Los adquiere cuando tienen entre tres y cuatro años de edad, se los lleva a su propia casa, los cría en un espacio exclusivo, les habla y les colma de cuidados y cariños, pero no les pone nombre. Cuando alcanzan entre diez y doce años de edad, con respeto y afecto, los acompaña hasta su muerte, digna, a la que el buey se enfrenta tranquilo, incluso duchado. En ese momento, José agradece que no tengan nombre.