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Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 13)

UN CÓMIC: Evan M. Cohen

Existe la creencia fundada –y, si se me permite, lógica, habida cuenta de su deriva tradicional– de que el cómic es un arte y un medio fundamentalmente narrativo. De hecho, muchos de los que han buscado infructuosamente una definición estricta del medio han incluido la obligatoriedad de su carácter narrativo. Sin embargo, la expresión visual del cómic se revuelve ante cualquier definición y busca romper moldes continuamente: ¿por qué es necesario contar una historia?¿Por qué no aprovechar el potencial de la historieta para ir más allá, para abrazar la abstracción, para provocar respuestas puramente sensitivas y emocionales desde el dibujo? Preguntas que durante todo el siglo XX estuvieron en el aire, desde los trabajos de George Herriman hasta los de Edmond Baudoin, pero que en los últimos años han encontrado respuestas desde un activo colectivo de jóvenes artistas que explora nuevos caminos para el comic: desde la abstracción pura (cuyo mejor exponente puede ser Robert Massó) a la pujante línea que lleva la poética al lenguaje del cómic, la poesía gráfica.

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