Dos semanas de confinamiento han sido suficientes para empatizar con Mía y entender mejor su relación con Atún. Los dos gatos con los que comparto piso se llevan regular tirando a bien. Hay momentos —contados— en los que se adoran. Otros —los más— en los que se ignoran. Y unos cuantos —diarios— en los que se atizan de lo lindo, a medio camino entre el juego y la pelea.