“Buenos días, buenas tardes y buenas noches”. Con este triple y mecánico saludo, Truman Burbank se despide de sus vecinos sonrientes cada día desde lo alto de una puerta verde menta con el número 36 en su dintel. Esta puerta es idéntica en todas las casas que se alinean en la manzana, cobijadas entre porches de iguales proporciones y simétricas vallas de madera. En un plano aéreo divisamos una ciudad cuadriculada en colores pastel, donde nada sobresale y todo encaja, y en la que lo perfecto y lo ordinario parecen estar en la misma cara de la moneda.