Como siempre, como nunca. No es el decorado de la última serie distópica rodada en Madrid. Es la realidad. La fotografía de portada de este número muestra la céntrica calle de Alcalá y su famosa puerta completamente solitarias. Sin gente, sin coches. Las medidas de confinamiento de la población para frenar la expansión del coronavirus han convertido las vías, las plazas y los monumentos de ciudades de todo el mundo en espacios fantasmales. Poco a poco, todos se fueron vaciando. Del neoyorquino cruce de Times Square, donde las pantallas publicitarias continúan iluminadas aunque no hay público, a la Rambla de Barcelona, donde no pasea nadie. París, Londres y Tokio, todas insólitamente desérticas. Solo quedan el silencio y algunos sonidos que en circunstancias normales no percibimos por el ruido del tráfico y el ajetreo cotidiano. Se escuchan el susurrar de las fuentes y el canto de los pájaros. Poco más.