Estos días varios pabellones de Ifema se han transformado en un gran hospital improvisado para descongestionar los centros sanitarios madrileños durante la crisis de la COVID-19. No ha sido fácil llegar hasta aquí, aunque se ha hecho con bastante celeridad: tras el caos inicial, generado básicamente por motivos organizativos, las cosas funcionan ya con más agilidad. Y en esto –pese a los problemas que a priori plantean los edificios diáfanos como hospitales de campaña en casos de virus de contagio– ha sido clave el diseño arquitectónico del recinto ferial, que en su día previó hasta lo que era imposible prever.