Los padres que afirman que los niños se vuelven insoportables tras devorar una bolsa de chucherías o un refresco azucarado, que el azúcar inicia una vorágine de mal comportamiento y desenfreno que pone a prueba sus nervios, están en lo cierto… en cuanto a lo de la paciencia. Pero no respecto al azúcar. Su impresión subjetiva se basa en una antigua hipótesis que hoy se considera un mito sin evidencia científica. Pero ¿por qué la idea ha pervivido hasta nuestros días? ¿Y si el azúcar y la hiperactividad sí están relacionados de otra manera?