Hagamos un viaje, aunque en estos días de confinamiento por coronavirus sea un mero ejercicio mental. Nos vamos al sur de Suecia de paseo por un maravilloso bosque de hayas que la Fundación Wanas llenó de obras de arte de creadores como Marina Abramovic y Yoko Ono. Avanzamos entre esculturas de árboles metálicos, misteriosas siluetas humanas y gigantes bolas rojas suspendidas en las copas. Y, de repente, un grito. “Mamma”, se escucha una voz. Luego otra. Y otra. Y otra. Voces de niños y adultos, en tono dulce o divertido, pero también con miedo, enfado, duda… Una única palabra. Multitud de mensajes. Se le ponen a uno los pelos de punta, créanme. La instalación sonora de la artista sueca Marianne Lindberg De Geer despierta una especie de reacción atávica incluso en quienes no son madres.