La lucha global contra el coronavirus requerirá abundantes dosis de aprendizaje mutuo. Los países que han contado con mayor margen de reacción pueden recurrir a la imitación, lo cual representa una clara ventaja, al menos sobre el papel. No obstante, ¿qué ocurre cuando no existe terreno fértil para implantar con éxito las prácticas que funcionan en otros países? La crisis de la covid-19, que nació en un país en desarrollo sui generis —como es China— y está repercutiendo ya en otros que en principio tienen menos mecanismos de defensa, pone de manifiesto los límites de las recetas universalistas y los peligros de caer en una inercia acrítica.