La silueta de un filósofo perdiéndose por los bosques para alcanzar, lejos de la plebe, los fundamentos del “ser” permanece como un tópico sonrojante de la filosofía contemporánea. A veces no es un filósofo, sino un escritor (por lo común, varón y burgués) que moraliza sobre las virtudes terapéuticas de un paseo casi siempre en solitario.