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20.000 buenas razones para romper el confinamiento

El primer día que acudió a la Cruz Roja en Vitoria, donde vive, Susana Barragán se sintió un poco agobiada. No hay mejor fórmula para ayudar que tener ganas de hacerlo ganas, pero esta vitoriana de 55 años, además, quería hacerlo bien. Se había apuntado por primera vez en su vida como voluntaria siguiendo el camino de su hija Laura, de 22, y su amiga Jone. “Tenía que recibir llamadas, pero no sabía cómo gestionarlo, dónde derivarlas. Los primeros días fueron complicados. Llegué a pensar que no estaba ayudando”, dice. Un compañero, Iraitz, fue certero: “En el momento en el que descuelgas el teléfono ya nos ayudas”. Laura, que tuvo la idea de unirse a la organización, agrega: “Te empiezas a dar cuenta de que la gente mayor intenta hablarte un rato más al teléfono y, entonces, sabes que con un gesto pequeño le estás cambiando la vida a alguien”.

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