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¿Quién quiere vivir en una megaurbe icónica? Por el derecho a (decidir) la ciudad

Con la pandemia del coronavirus muchas de las características de la ciudad global, la ciudad hiperconectada, se han cortado en seco: los flujos de turismo, de inversión, de información, de personas han dejado de fluir. Es como si las grandes ciudades hubieran recibido una cura de humildad. Grandes eventos se han cancelado, se han cerrado todo tipo de centros culturales y buena parte de la vida social y laboral se ha trasladado a la red. Los indicadores medioambientales han mejorado en muchos lugares e incluso, en ciertas urbes, los animales salvajes han decidido acercarse de forma más descarada al espacio que le habíamos arrebatado a la naturaleza: ahora sin ruido y sin coches.

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