La gente puede llegar a ser exasperantemente productiva. Unas lentejas con calabizo por aquí, un bizcocho en Instagram por allá… Mientras los demás ganaban terreno durante el aislamiento social y se preparaban para tal vez reinventarse como chefs en su nueva vida, nosotros hemos seguido estancados en la comida que nos hacíamos en el piso de estudiantes de la universidad. Y no pasa nada. Al menos, no de momento. Los problemas empezarán tan pronto como las reuniones vuelvan a normalizarse y te toque ser el anfitrión de la cena del viernes. O cuando tu match de Tinder, a quien contaste que habías aprendido todo de Jordi Cruz (sin matizar que te referías al de Art Attack), pida una demostración de tus conocimientos. No desesperes y suelta el cadáver de esa perdiz: todo tiene solución.