Parece inverosímil que una persona analfabeta pueda dominar los intríngulis de la energía solar. Sin embargo, son muchas las ingenieras iletradas que iluminan y mejoran la vida de sus comunidades. Marie Tsimadiro tiene 47 años, nueve hijos y 12 nietos. No sabe leer ni escribir y ha dedicado toda su vida a cultivar el campo para el sustento de su familia. Pero, ahora, esta abuela malgache compagina la azada con la reparación e instalación de paneles y lámparas solares en Ranomay, una comunidad rural remota de 670 habitantes en la región de Atsimo-Andrefana, en el sudoeste de Madagascar.