Confiemos en que pase pronto el temor al contagio entre humanos que nos ha invadido y que ha visto crecer nuestra cautela a la hora de acercarnos físicamente a cualquiera. En las antípodas de esta distancia social, algunos cuarentenistas han experimentado en su propia casa las vicisitudes de la convivencia intensa con otros. Somos seres sociales, de acuerdo, pero en ocasiones necesitamos alejarnos –en todos los sentidos– de los demás humanos. De ahí procede la fantasía de sustituirlos por criaturas inanimadas provistas de ojos y boca que se plieguen a nuestros deseos y no practiquen la fea costumbre de quitarnos la palabra. Es decir, por muñecos. Este ensueño no es reciente: prueba de ello es que la ficción, tanto literaria como cinematográfica, le ha dedicado centenares de obras en las últimas décadas.