Los caminos de Woody Allen y la ciudad de Oviedo se cruzaron de manera insospechada en el 2002. El prestigioso director de cine estadounidense, galardonado aquel año con el Príncipe de Asturias de las Artes, viajó hasta la capital del Principado para recoger el premio. Hasta entonces, nunca había oído hablar de Oviedo, pero el flechazo fue instantáneo. “Es una ciudad deliciosa, exótica, bella y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera… Como un cuento de hadas”, se deshizo el cineasta, que también le dedicó varias páginas en su biografía A propósito de nada, publicada el pasado mes de mayo. Oviedo correspondió el amor de Allen con una estatua en una céntrica calle solo un año después de su visita.