Existe una tensión entre la capacidad de las ciudades para responder a las demandas y necesidades de sus habitantes. Los ciudadanos de las urbes conviven con tasas de contaminación atmosférica que muchas veces superan los límites sanitarios marcados por la Unión Europea, en las ciudades también vemos desigualdad, carencia de espacios verdes, de posibilidades de realizar una movilidad activa, etc. Esta tensión es más evidente en el caso de los niños y niñas, que prácticamente no existen en el centro de nuestras ciudades; en numerosas ocasiones, cuando las familias deciden tener hijos se mudan a la periferia o a poblaciones más pequeñas. Las ciudades no les ofrecen el entorno, equipamientos, viviendas y servicios que necesitan los niños y niñas para crecer seguros y sanos.