Pongámonos en situación: comencé a utilizar la copa menstrual el verano pasado. Tenía muchas razones para hacerlo y llevaba semanas esperándome sin salir de su caja desde que la había comprado, pero no me decidí hasta que se presentó ante mí la oportunidad perfecta. Me iba de vacaciones: 15 días y sin facturar maleta. Tenía que llevarme todo apiñado en un equipaje apto para volar en cabina… y no estaba dispuesta a perder una gran parte de él metiendo decenas de tampones y compresas.