Las desaforadas reacciones de Rusia cuando cree ver sus intereses lastimados en unos países (en el Báltico, en Ucrania o en Occidente) contrastan con la pasividad o la tibieza que muestra en otros Estados amigos o altamente apreciados, en los que abandona a sus conciudadanos a su destino. La última manifestación de este género la ha propiciado el líder de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, al detener a 33 ciudadanos rusos por perpetrar supuestamente “un acto terrorista” en vísperas de las elecciones presidenciales del 9 de agosto.