Situado en pleno centro de Madrid, en la calle de la Princesa, a pocos metros del asfixiante asfalto de la plaza de España, el palacio de Liria ha estado siempre rodeado de misterio para los viandantes. Semioculto por árboles centenarios y cuidados jardines franceses, solo al fondo se podía atisbar desde fuera un palacio repleto de tesoros entre los que vivían los Alba, una familia aristocrática rica en patrimonio, historia y leyendas. En septiembre del año pasado, los candados de las verjas de hierro forjado que rodean el palacio neoclásico se abrieron al público por decisión del XIX duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo.