Y al final solo quedó uno. Beirut, una ciudad muy castigada por la historia, sufrió el pasado martes 4 de agosto una devastación sin apenas precedentes. Más de 2.700 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en una bodega del puerto explotaron a media tarde provocando un “ciclón de cristales rotos”, según contaban testigos a la BBC, al menos 158 muertos y alrededor de 5.000 heridos. El cráter de 43 metros de profundidad causado por el estallido se tragó centenares de edificios. Entre ellos, la mayoría de los locales de ocio nocturno de la zona portuaria. Todos menos uno: el B018. El eterno superviviente de la noche beirutí. Un local que permanece siempre en pie. Aunque sea bajo tierra.