Arqueólogos del futuro: sepan que bajo siete colinas artificiales del sureste de Madrid yace un poblado del siglo XX. “El símbolo de todos los suburbios de España, (…) del mundo”, como lo llamó el poeta Pedro Garfias. El barrio que eligió Antonio López para plantar su caballete y pintar sus vistas de Madrid desde Vallecas. El mismo al que canta Luis Pastor en 1975: “vengan a ver lo que no quieren ver: la luz de mi calle que no se ve (…) el palacio irreal que inauguramos ayer, con alfombras de barro y tapices de papel”. Un cerro donde vivían hacinadas miles de familias y que en los 80 reemplazaron siete colinas de arcilla (tetas, para muchos vecinos) bajo las que hoy se sepultan centenares de ruinas de chabolas y casuchas.