Durante décadas, ha existido esa norma no escrita pero de estricto cumplimiento que obligaba a planificar la ropa de casa y la vajilla según su uso diario o para las visitas. Ahora, en cambio, sentarse a comer frente a una bonita vajilla ha llegado a ser tan relevante como el contenido del menú con el que homenajear, no solo a nuestros invitados, sino también a nosotros mismos cada día.