El libro de Vanessa Springora, El consentimiento, centrado en la evocación y denuncia de su propia experiencia a los trece años, cuando fue seducida por un maduro y atractivo escritor, Gabriel Matzneff, al que se refiere siempre con una inicial, pone de nuevo sobre la mesa la cuestión de los abusos sexuales. La autora le conoce en casa de su madre, ella tiene trece años y la relación entre ambos se inicia un año después, en torno a 1987. Vanessa sigue siendo menor de edad, Matzneff tiene 51 años y lidera en Francia una especie de movimiento que reclama la abolición de la mayoría de edad sexual, previsto en Francia a los quince años. En su ensayo Les moins de seize ans (Los menores de seis años, de 1974 y reeditado alegremente en 2015) ya exponía su preferencia por la “juventud extrema”, esto es, la que va entre los 10 y los 15 años. De modo que la desproporción entre el viejo y la niña, por decirlo en términos moratinianos, deja pocas dudas acerca de su anomalía. Porque no estamos ante una historia que transgrede las normas morales por la vivencia de un amor excepcional sentido con la fuerza de lo irresistible (sería el caso de Lolita), sino ante el caso de un depredador que hace de su torcida preferencia sexual la triste bandera de su vida.