¿Y por qué yo no hago nada?
Es hora de que nos miremos al espejo, pero a uno distinto del que nos devuelve nuestra imagen cada mañana. A uno que sea un poco respondón, en el que nuestro yo de la otra parte nos obligue a preguntarnos: «Oye, ¿y por qué nosotros no hacemos nada?». Porque antes de saber qué debemos hacer y hacia dónde debemos dirigirnos, conviene saber por qué hemos estado quietos todo este tiempo.